AVISO IMPORTANTE

AVISO: Las informaciones contenidas en este blog pueden desentrañar importantes aspectos del argumento, incluso del final de la película en cuestión.

jueves, 13 de octubre de 2011

Las Tres Caras de Eva en Efecto Mariposa

El pasado día 12 de octubre, los componentes del programa Efecto Mariposa, de Radio Uruguay, me hicieron una entrevista sobre la película "Las tres caras de Eva" y el Trastorno de Identidad Disociativo.

Durante casi media hora estuvimos comentando las características de esta interesante historia y el trastorno que padece la protagonista.

Si quieres escuchar el audio de la entrevista puedes pulsar el siguiente enlace:


Saludos,

El Castor

Ya lo he comentado varias veces. El que una película te guste o no depende en muchas ocasiones de las expectativas previas que tengas sobre ella.

Empecé a ver "El castor" (The beaver, Mi otro yo o La doble vida de Walter, dependiendo de dónde la veas tú) sin demasiado entusiasmo. La crítica no la había tratado muy bien, pero el hecho de que tuviese a Jodie Foster por directora y protagonista me animó bastante. Me gusta mucho el trabajo cinematográfico que ha hecho y encuentro que se lleva muy bien con la cámara, incluso dirigiéndola desde atrás.

Mel Gibson en cambio no me emociona demasiado, la película suya que más me había gustado fue "El año que vivimos peligrosamente", aunque reconozco que quizás me dejé llevar emocionalmente por la música de Vangelis.



Pensé que últimamente Gibson estaba de capa caída, pero he de admitir que en "El castor" hace una buena interpretación y eso que el de Walter es un papel difícil.

Se trata de un ejecutivo que ha caído en una profunda depresión. Nada le motiva. Su negocio se encamina hacia el desastre y su familia también. Un día de borrachera se intenta suicidar, pero como va siendo habitual en su vida, le sale mal y no lo consigue. Lo único positivo de este episodio es que la marioneta de un castor que encontró en la basura, toma las riendas de su vida y, representando su propia conciencia, se propone sacarle del pozo en el que ha caído.

Animado así por el castor empieza una etapa de ferviente actividad en la que vuelve a tomar la rienda de sus negocios y su familia. Se inicia así una fase de manía que nos hace pensar que Walter pueda padecer un Trastorno Bipolar difícil de clasificar con los datos que nos ofrece la película.

El hecho de que la personalidad de Walter se vea totalmente arrollada por la de "el castor" podría hacer pensar también en un Trastorno de Identidad Disociativo (TID) en el que dos personalidades acaban compitiendo por el control del sujeto, desencadenando una lucha que a mí me recordó a la de Sméagol y Gollum en El Señor de los Anillos y que además en este caso tiene el inquietante trasfondo del ventrílocuo que se ve superado por la personalidad de su marioneta.


El TID es algo que queda muy bien en el cine pero evidentemente no es lo que le pasa a Walter, así que dejando a parte tan interesantes recursos dramáticos, pienso que lo que le ocurre a nuestro protagonista se debe a que al final de su periodo de manía desarrolla un brote psicótico cercano a la esquizofrenia, que le lleva a cortarse el brazo antes de que el castor se adueñe totalmente de su vida.

Evidentemente, en ese momento Walter había perdido el sentido de la realidad y su recuperación física y psíquica parece más complicada que la que nos presenta el final feliz de la historia.



Pero en el aspecto psicológico también conviene que te fijes en el personaje de Porter (Anton Yelchin), el hijo adolescente que ha pasado de tener a su padre como modelo a horrorizarse ante cualquier similitud con él, llegando a obsesionarse con la idea de que en algún momento podría llegar a seguir sus mismos pasos.

La figura de Porter es quizás una exageración de un proceso que se puede observar en bastantes adolescentes, el hecho de que sus padres pasen de ser héroes y fuentes de inspiración a seres extraños con los que no tienen nada en común. No nos extrañemos, es el resultado de un proceso normal en el que el muchacho pasa de ser niño a adulto y se tiene que adaptar a los cambios físicos y psicológicos que sufre. Se tiene que volver a descubrir a sí mismo y redefinir su mundo. Para ello no le queda más remedio que poner en cuestión todo lo que le rodea, incluidos o mejor dicho, sobre todo sus padres.

Pero Porter no sólo llama la atención por su rebeldía adolescente. Tiene además la capacidad de conocer a sus compañeros en ocasiones mejor que ellos mismos. Empatiza con ellos y eso le sirve para ganarse un dinero escribiendoles trabajos como si fuesen ellos mismos. Bueno, mejor que ellos mismos, pues es capaz de de introducir el tono emocional de una manera que los interesados serían incapaces de hacer.

Así fue capaz de llegar al interior de Norah (Jennifer Lawrence), la popular animadora que reprimía cualquier cosa que le recordase a su hermano muerto por sobredosis y por quien aún sigue sintiendo un profundo cariño y añoranza.

Henry (Riley Thomas Stewart), el hijo pequeño, en el seno de esta familia desestructurada se acaba volviendo un inadaptado, solitario y melancólico, que en el fondo lo que quiere es llamar la atención de sus padres. Él es el primero de la familia en conocer al castor y se siente entusiasmado por el cambio de actitud hacia él de su padre y su juguete.

Meredith (Jodie Foster), la mujer de Walter, intenta mantener la coexistencia de la familia, pero acaba arrojando la toalla y refugiándose en su trabajo.

Como ves es una historia de personajes complicados, pero a los que desde el punto de vista psicológico se le puede sacar bastante partido. Es una película no convencional que se merece el tiempo que le dediques a verla y a reflexionar sobre ella.

Saludos,



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lunes, 27 de junio de 2011

Los psicólogos en el cine

O cómo ver películas de psicología

Como dice la portada de este blog “La relación entre Psicología y Cine es total. Las películas reflejan y evocan emociones y sentimientos que nos impactan e incluso nos marcan considerablemente. Además no sólo nos permiten ver, sino también vivir de manera emocionalmente muy cercana situaciones concretas y problemáticas de todo tipo, pero que afortunadamente no ocurren con frecuencia, ni a nuestro alrededor”. Ello representa una considerable ventaja para todos los que nos interesamos por la psicología y es que podemos ver fácilmente multitud de casos muy interesantes que normalmente no estarían a nuestro alcance.

Pero, siempre hay un pero, tiene el inconveniente de que los autores de los guiones o los directores que los ponen en escena, en algunas ocasiones tienen conocimientos de psicología bastante intuitivos o simplemente quieren contar una historia de manera atrayente sin ser necesariamente escrupulosos con los detalles “técnicos” relativos a las características “mentales” de los personajes. Esto, lejos de desanimarnos, puede ser un acicate para nosotros. El ver una película jugando a descubrir qué detalles están bien plasmados y cuáles no, es una diversión añadida que puede dar mucho de sí al comentarlo entre amigos, como por ejemplo cuando alguien te pregunta seriamente por el trastorno que sufre la protagonista de “50 primeras citas”.

El caso es que en el cine te encuentras patologías que están muy bien reflejadas y otras que no tanto. Como ejemplo de las primeras podríamos citar “Memento” en la que, con licencias asumibles, Chistopher Nolan no sólo nos expone un caso de amnesia anterógrada, sino que nos la hace sentir. Como ejemplo de las segundas quizás te extrañe que cite la mítica “Psicosis”, pero es que no comparto la explicación oficial que se nos da al final. Como ya he comentado, no creo que Norman tuviese un trastorno de personalidad múltiple, sino que es un caso de esquizofrenia. Por cierto que el cine confunde bastante estos dos trastornos, quizás sea porque a Hollywood le encanta lo de la “doble personalidad” ya que es tremendamente espectacular. Si quieres más información sobre este aspecto en concreto te sugiero que leas la entrada sobre “Las tres caras de Eva”.

Pero si decimos que las patologías algunas están bien reflejadas y otras no tanto, tenemos que admitir que la figura del psicólogo en sí deja bastante que desear. Para el cine su labor profesional se reduce a hablar y sobre todo escuchar, lo que no deja de ser cierto, pero pocas veces le vemos hacer una evaluación del caso o emplear algún instrumento que no sea el Test de Rorscharch, quizás el más popular de los que aparecen en las películas, pero que es complicado de interpretar y en el imaginario del espectador siempre parece que el terapeuta puede desnudar con él el subconsciente del paciente.

Las manchas de tinta son unas formas abstractas ante las que se nos pide una interpretación concreta, ¿pero qué pasaría si el sujeto también nos proporcionase respuestas abstractas?. Vala, en la serie Stargate SG-1 parece que dio con la solución.



En “Charly” vemos otro ejemplo curioso. El terapeuta pasa al sujeto un test que no he podido identificar, pero que en parte recuerda al TAT (Test de Apercepción Temática). A diferencia de la película, en la novela (Flores para Algernon) emplean el ya mencionado Test de Rorschach y resulta enternecedor cómo Charly (que según los datos que nos facilitan tiene un coeficiente de inteligencia de 59, verbal 69 y general 70, lo que según el DSM IV nos indicaría que padece un retraso mental leve) se enfrenta a él:

"(…) Bueno a dicho Burt (el terapeuta) que bes tu en esa carta. Yo beia tinta y e tenido miedo aunqe llebaba mi pata de conejo en mi bolsiyo porqe cuando era peqeño me eqibocaba en todos los tests de la escuela y tanbien derrame tinta.
Le dige a Burt veo tinta derramada sobre una carta blanca. Burt digo si y sonrio y eso me tranqiliso. El continuo bolbiendo mas cartas y yo le dige que algien abia derramado tinta negra y tinta roga sobre todas las cartas. (…)

(…) Burt es mui amable y abla lentamente como aze miss Kinnian en su clase para adultos retasados donde boi a aprender a leer. El me a esplicado que eso era un test de ro chac. Dise que ai gente que be cosas en la tinta. Le pedi que me mostara donde. No me lo mosto pero me digo piensa imagina que ai algo en la carta. Yo le dige yo pienso en una mancha de tinta y el sacudio la cabeza y digo dime en que te ase pensar esa mancha. Imagina que bes algo. Piensa que podria ser. Yo serre los ojos un buen rato para imaginar y dige imagino una boteya de tinta derramada sobre una carta blanca. En aqel momento la punta de su lapis se ronpio y nos lebantamos y salimos.
Pienso que no e pasado el test de ro chac.


Yo lo que pienso es que Charly estuvo genial.

Fijaros en cómo están escritos los párrafos que os acabo de transcribir. La novela está redactada en forma de diario que escribe el propio sujeto y va anotando lo que le pasa y cómo ve él sus progresos. El texto, torpemente escrito al principio, se va puliendo en calidad, estilo y profundidad a medida que la terapia progresa, cosa que así “vemos” de manera incluso más gráfica que en la película.

Con su estilo, cada vez menos ingenuo, Charly nos va explicando su propia madurez, cómo se da cuenta de la simplicidad de su existencia anterior, de la mala fe de la actuación de sus “amigos” de la panadería en la que trabajaba, del despertar de sus sentimientos hacia la señorita Kinian (su psicóloga), con la que empieza a tener sueños eróticos. Sueños, estos y otros, que interpreta por el método de asociación de ideas que le explicaron sus terapeutas.

En un momento dado, mes y medio después del novedoso tratamiento para mejorar su inteligencia, le vuelven a pasar el test, pero ya lo interpreta y lo cuenta de otra manera:

Volví al laboratorio con Burt y emprendimos de nuevo el Rorschach. Examinamos lentamente las cartas. Esta vez mis respuestas eran distintas. "Veía" cosas en las manchas de tinta. Un par de murciélagos que se agarraban mutuamente. Dos hombres que hacían esgrima. Imaginaba todo tipo de cosas. Pero, pese a todo, me di cuenta de que todavía no tenía plena confianza en Burt. Continuaba girando y dando vuelta a las cartas para mirar la parte de atrás y ver si había algo oculto allí.
Eché una ojeada a las notas que estaba escribiendo. Pero todas ellas estaban escritas en código, y se leían más o menos así:

WF + A DdF - Ad orig. WF - A SF + obj.

El test seguía sin tener sentido. Creo que cualquiera puede contar mentiras acerca de imágenes aunque no las haya visto realmente. ¿Cómo pueden saber que no me burlo de ellos diciéndoles cosas que ni siquiera he pensado?
”.

Nuevamente genial Charly, parece que Vala te pilló la idea y es que esta pícara alienígena se documentó mucho antes de pasar su evaluación psicológica, como podemos ver en esta nueva secuencia de Stargate con un impresionante guiño al Test de Voight-Kampff para detectar replicantes que vemos en Blade Runner.



En “Kinsey” la película sobre el pionero de los estudios científicos del comportamiento sexual humano, además de llamarnos la atención su metodología de investigación, encontramos muy buenos ejemplos de cómo realizar un cuestionario de recogida de datos intentando sacar la máxima información de los sujetos. Sus consejos nos pueden ser bastante útiles, aunque ninguno de los miembros del equipo era psicólogo.



Pero quitando estos ejemplos y como he dicho antes, en la mayoría de las películas el psicólogo se limita a hablar, escuchar y observar y con eso ya sabe qué le pasa a su cliente y cómo orientarle.

En “Los límites del silencio” Michael Hunter es un psicólogo que ha dejado la práctica profesional pero que acepta un caso porque el sujeto le recuerda a su hijo recientemente fallecido (mal empezamos). Su valía y su experiencia queda clara en esta escena:



Pero después de estos datos no podemos comprender como el señor Hunter cae en los mismos errores que cometería una persona normal que, sin formación como psicoterapeuta, accediese a aconsejar a ese chico, quien por cierto tiene muchísima experiencia en entrevistas de evaluación y en un momento dado parece que es él el que lleva el peso de la relación terapeuta-cliente.



Esta relación es algo complicado. El terapeuta acaba siendo depositario de conocimientos íntimos cosa que genera, por lo menos en el cine, una relación de dependencia por parte del paciente. Estas relaciones, que pueden llegar a ser incluso sentimentales, dan mucho juego en la gran pantalla y explotan los sentimientos morbosos que se producen en el espectador.

En “Confidencias muy íntimas” una señora accede por equivocación al despacho de un asesor fiscal pensando que era el de un psiquiatra. Ella empieza a contar su problema de pareja y él escucha pensando que ese problema será la causa del tema económico que quiere tratar. Pero a medida que la información personal fluye, el asesor se queda cada vez más estupefacto y la señora interpreta su expresión y su silencio como una invitación a que siga contando, cosa que hace, demostrando así una larga experiencia con terapeutas que le lleva incluso a concretar ella misma la próxima cita.



Por si no la has visto te diré que la película es una comedia romántica en la que al final el que queda enganchado por la relación es el asesor fiscal, que seguro que en su trabajo está acostumbrado a recibir revelaciones personales por parte de sus clientes, pero no de esta índole.

No quiero terminar esta reflexión sin mencionar al doctor Berger, el psiquiatra de “Gente corriente”. Todos los que hacen psicoterapia saben de la importancia de la primera visita. Cómo el paciente suele llegar con un guión aprendido que le ayudará a decir lo que quiere y a ocultar y muchas ocasiones lo verdaderamente importante. Berger es quizás un terapeuta poco ortodoxo, pero consigue distraer y “desarmar” a Conrad, su paciente, que poco a poco irá sacando a la luz su verdadero problema.



Por cierto que sabemos que el doctor Berger es psiquiatra, pero su actuación se diferencia muy poco de la que podría tener un psicólogo y es que en el cine muchas veces esos papeles se confunden, de hecho son indistinguibles, cosa que en la realidad no ocurre, por lo menos aquí en España. En nuestro contexto los psiquiatras suelen seguir un modelo médico, mientras que en los psicólogos es típico por ejemplo el modelo cognitivo-conductual. En el cine el modelo habitual que siguen ambos es el psicodinámico y es que a los terapeutas de la gran pantalla les encanta el psicoanálisis y cómo no, los divanes, los sueños y la hipnosis, cosas que normalmente aquí no empleamos, pero con las cuales nos identifican todos los espectadores, tanto a psicólogos como a psiquiatras.

Hace tiempo, en una entrevista me preguntaban por esta cuestión “en qué se diferencia la psicología de la psiquiatría o en qué se diferencia un psicólogo de un psiquiatra”. Ante estas cuestiones a mí me gusta responder utilizando un símil informático que todo el mundo suele entender. Si comparamos el cerebro con un ordenador el psicólogo sería el que se encargaría de la programación, es decir del software, mientras que el psiquiatra se ocuparía de los problemas físicos del ordenador en sí, es decir del hardware, pero como acabo de decir, esto tampoco queda claro en el cine.

En fin, tenemos que admitir que tanto las patologías presentadas como la figura del psicólogo y su actuación profesional a veces requeriría de algunas precisiones, por lo que tendremos que seguir viendo las películas de psicología jugando a lo que os proponía al principio, ver qué aspectos están bien reflejados y cuáles no, intentar diagnosticar las patologías que a veces se nos presentan de manera confusa, comprobar si las explicaciones que se nos plantean tienen otras alternativas… En definitiva lo que te propongo es dejar de ver las películas de forma pasiva, aceptando el argumento tal como se nos presenta y empezar a interactuar con sus historias. Así formarás también parte de ellas y créeme, es mucho más divertido.

Saludos,



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