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lunes, 27 de junio de 2011

Los psicólogos en el cine

O cómo ver películas de psicología

Como dice la portada de este blog “La relación entre Psicología y Cine es total. Las películas reflejan y evocan emociones y sentimientos que nos impactan e incluso nos marcan considerablemente. Además no sólo nos permiten ver, sino también vivir de manera emocionalmente muy cercana situaciones concretas y problemáticas de todo tipo, pero que afortunadamente no ocurren con frecuencia, ni a nuestro alrededor”. Ello representa una considerable ventaja para todos los que nos interesamos por la psicología y es que podemos ver fácilmente multitud de casos muy interesantes que normalmente no estarían a nuestro alcance.

Pero, siempre hay un pero, tiene el inconveniente de que los autores de los guiones o los directores que los ponen en escena, en algunas ocasiones tienen conocimientos de psicología bastante intuitivos o simplemente quieren contar una historia de manera atrayente sin ser necesariamente escrupulosos con los detalles “técnicos” relativos a las características “mentales” de los personajes. Esto, lejos de desanimarnos, puede ser un acicate para nosotros. El ver una película jugando a descubrir qué detalles están bien plasmados y cuáles no, es una diversión añadida que puede dar mucho de sí al comentarlo entre amigos, como por ejemplo cuando alguien te pregunta seriamente por el trastorno que sufre la protagonista de “50 primeras citas”.

El caso es que en el cine te encuentras patologías que están muy bien reflejadas y otras que no tanto. Como ejemplo de las primeras podríamos citar “Memento” en la que, con licencias asumibles, Chistopher Nolan no sólo nos expone un caso de amnesia anterógrada, sino que nos la hace sentir. Como ejemplo de las segundas quizás te extrañe que cite la mítica “Psicosis”, pero es que no comparto la explicación oficial que se nos da al final. Como ya he comentado, no creo que Norman tuviese un trastorno de personalidad múltiple, sino que es un caso de esquizofrenia. Por cierto que el cine confunde bastante estos dos trastornos, quizás sea porque a Hollywood le encanta lo de la “doble personalidad” ya que es tremendamente espectacular. Si quieres más información sobre este aspecto en concreto te sugiero que leas la entrada sobre “Las tres caras de Eva”.

Pero si decimos que las patologías algunas están bien reflejadas y otras no tanto, tenemos que admitir que la figura del psicólogo en sí deja bastante que desear. Para el cine su labor profesional se reduce a hablar y sobre todo escuchar, lo que no deja de ser cierto, pero pocas veces le vemos hacer una evaluación del caso o emplear algún instrumento que no sea el Test de Rorscharch, quizás el más popular de los que aparecen en las películas, pero que es complicado de interpretar y en el imaginario del espectador siempre parece que el terapeuta puede desnudar con él el subconsciente del paciente.

Las manchas de tinta son unas formas abstractas ante las que se nos pide una interpretación concreta, ¿pero qué pasaría si el sujeto también nos proporcionase respuestas abstractas?. Vala, en la serie Stargate SG-1 parece que dio con la solución.



En “Charly” vemos otro ejemplo curioso. El terapeuta pasa al sujeto un test que no he podido identificar, pero que en parte recuerda al TAT (Test de Apercepción Temática). A diferencia de la película, en la novela (Flores para Algernon) emplean el ya mencionado Test de Rorschach y resulta enternecedor cómo Charly (que según los datos que nos facilitan tiene un coeficiente de inteligencia de 59, verbal 69 y general 70, lo que según el DSM IV nos indicaría que padece un retraso mental leve) se enfrenta a él:

"(…) Bueno a dicho Burt (el terapeuta) que bes tu en esa carta. Yo beia tinta y e tenido miedo aunqe llebaba mi pata de conejo en mi bolsiyo porqe cuando era peqeño me eqibocaba en todos los tests de la escuela y tanbien derrame tinta.
Le dige a Burt veo tinta derramada sobre una carta blanca. Burt digo si y sonrio y eso me tranqiliso. El continuo bolbiendo mas cartas y yo le dige que algien abia derramado tinta negra y tinta roga sobre todas las cartas. (…)

(…) Burt es mui amable y abla lentamente como aze miss Kinnian en su clase para adultos retasados donde boi a aprender a leer. El me a esplicado que eso era un test de ro chac. Dise que ai gente que be cosas en la tinta. Le pedi que me mostara donde. No me lo mosto pero me digo piensa imagina que ai algo en la carta. Yo le dige yo pienso en una mancha de tinta y el sacudio la cabeza y digo dime en que te ase pensar esa mancha. Imagina que bes algo. Piensa que podria ser. Yo serre los ojos un buen rato para imaginar y dige imagino una boteya de tinta derramada sobre una carta blanca. En aqel momento la punta de su lapis se ronpio y nos lebantamos y salimos.
Pienso que no e pasado el test de ro chac.


Yo lo que pienso es que Charly estuvo genial.

Fijaros en cómo están escritos los párrafos que os acabo de transcribir. La novela está redactada en forma de diario que escribe el propio sujeto y va anotando lo que le pasa y cómo ve él sus progresos. El texto, torpemente escrito al principio, se va puliendo en calidad, estilo y profundidad a medida que la terapia progresa, cosa que así “vemos” de manera incluso más gráfica que en la película.

Con su estilo, cada vez menos ingenuo, Charly nos va explicando su propia madurez, cómo se da cuenta de la simplicidad de su existencia anterior, de la mala fe de la actuación de sus “amigos” de la panadería en la que trabajaba, del despertar de sus sentimientos hacia la señorita Kinian (su psicóloga), con la que empieza a tener sueños eróticos. Sueños, estos y otros, que interpreta por el método de asociación de ideas que le explicaron sus terapeutas.

En un momento dado, mes y medio después del novedoso tratamiento para mejorar su inteligencia, le vuelven a pasar el test, pero ya lo interpreta y lo cuenta de otra manera:

Volví al laboratorio con Burt y emprendimos de nuevo el Rorschach. Examinamos lentamente las cartas. Esta vez mis respuestas eran distintas. "Veía" cosas en las manchas de tinta. Un par de murciélagos que se agarraban mutuamente. Dos hombres que hacían esgrima. Imaginaba todo tipo de cosas. Pero, pese a todo, me di cuenta de que todavía no tenía plena confianza en Burt. Continuaba girando y dando vuelta a las cartas para mirar la parte de atrás y ver si había algo oculto allí.
Eché una ojeada a las notas que estaba escribiendo. Pero todas ellas estaban escritas en código, y se leían más o menos así:

WF + A DdF - Ad orig. WF - A SF + obj.

El test seguía sin tener sentido. Creo que cualquiera puede contar mentiras acerca de imágenes aunque no las haya visto realmente. ¿Cómo pueden saber que no me burlo de ellos diciéndoles cosas que ni siquiera he pensado?
”.

Nuevamente genial Charly, parece que Vala te pilló la idea y es que esta pícara alienígena se documentó mucho antes de pasar su evaluación psicológica, como podemos ver en esta nueva secuencia de Stargate con un impresionante guiño al Test de Voight-Kampff para detectar replicantes que vemos en Blade Runner.



En “Kinsey” la película sobre el pionero de los estudios científicos del comportamiento sexual humano, además de llamarnos la atención su metodología de investigación, encontramos muy buenos ejemplos de cómo realizar un cuestionario de recogida de datos intentando sacar la máxima información de los sujetos. Sus consejos nos pueden ser bastante útiles, aunque ninguno de los miembros del equipo era psicólogo.



Pero quitando estos ejemplos y como he dicho antes, en la mayoría de las películas el psicólogo se limita a hablar, escuchar y observar y con eso ya sabe qué le pasa a su cliente y cómo orientarle.

En “Los límites del silencio” Michael Hunter es un psicólogo que ha dejado la práctica profesional pero que acepta un caso porque el sujeto le recuerda a su hijo recientemente fallecido (mal empezamos). Su valía y su experiencia queda clara en esta escena:



Pero después de estos datos no podemos comprender como el señor Hunter cae en los mismos errores que cometería una persona normal que, sin formación como psicoterapeuta, accediese a aconsejar a ese chico, quien por cierto tiene muchísima experiencia en entrevistas de evaluación y en un momento dado parece que es él el que lleva el peso de la relación terapeuta-cliente.



Esta relación es algo complicado. El terapeuta acaba siendo depositario de conocimientos íntimos cosa que genera, por lo menos en el cine, una relación de dependencia por parte del paciente. Estas relaciones, que pueden llegar a ser incluso sentimentales, dan mucho juego en la gran pantalla y explotan los sentimientos morbosos que se producen en el espectador.

En “Confidencias muy íntimas” una señora accede por equivocación al despacho de un asesor fiscal pensando que era el de un psiquiatra. Ella empieza a contar su problema de pareja y él escucha pensando que ese problema será la causa del tema económico que quiere tratar. Pero a medida que la información personal fluye, el asesor se queda cada vez más estupefacto y la señora interpreta su expresión y su silencio como una invitación a que siga contando, cosa que hace, demostrando así una larga experiencia con terapeutas que le lleva incluso a concretar ella misma la próxima cita.



Por si no la has visto te diré que la película es una comedia romántica en la que al final el que queda enganchado por la relación es el asesor fiscal, que seguro que en su trabajo está acostumbrado a recibir revelaciones personales por parte de sus clientes, pero no de esta índole.

No quiero terminar esta reflexión sin mencionar al doctor Berger, el psiquiatra de “Gente corriente”. Todos los que hacen psicoterapia saben de la importancia de la primera visita. Cómo el paciente suele llegar con un guión aprendido que le ayudará a decir lo que quiere y a ocultar y muchas ocasiones lo verdaderamente importante. Berger es quizás un terapeuta poco ortodoxo, pero consigue distraer y “desarmar” a Conrad, su paciente, que poco a poco irá sacando a la luz su verdadero problema.



Por cierto que sabemos que el doctor Berger es psiquiatra, pero su actuación se diferencia muy poco de la que podría tener un psicólogo y es que en el cine muchas veces esos papeles se confunden, de hecho son indistinguibles, cosa que en la realidad no ocurre, por lo menos aquí en España. En nuestro contexto los psiquiatras suelen seguir un modelo médico, mientras que en los psicólogos es típico por ejemplo el modelo cognitivo-conductual. En el cine el modelo habitual que siguen ambos es el psicodinámico y es que a los terapeutas de la gran pantalla les encanta el psicoanálisis y cómo no, los divanes, los sueños y la hipnosis, cosas que normalmente aquí no empleamos, pero con las cuales nos identifican todos los espectadores, tanto a psicólogos como a psiquiatras.

Hace tiempo, en una entrevista me preguntaban por esta cuestión “en qué se diferencia la psicología de la psiquiatría o en qué se diferencia un psicólogo de un psiquiatra”. Ante estas cuestiones a mí me gusta responder utilizando un símil informático que todo el mundo suele entender. Si comparamos el cerebro con un ordenador el psicólogo sería el que se encargaría de la programación, es decir del software, mientras que el psiquiatra se ocuparía de los problemas físicos del ordenador en sí, es decir del hardware, pero como acabo de decir, esto tampoco queda claro en el cine.

En fin, tenemos que admitir que tanto las patologías presentadas como la figura del psicólogo y su actuación profesional a veces requeriría de algunas precisiones, por lo que tendremos que seguir viendo las películas de psicología jugando a lo que os proponía al principio, ver qué aspectos están bien reflejados y cuáles no, intentar diagnosticar las patologías que a veces se nos presentan de manera confusa, comprobar si las explicaciones que se nos plantean tienen otras alternativas… En definitiva lo que te propongo es dejar de ver las películas de forma pasiva, aceptando el argumento tal como se nos presenta y empezar a interactuar con sus historias. Así formarás también parte de ellas y créeme, es mucho más divertido.

Saludos,



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jueves, 1 de octubre de 2009

Spider

Cronenberg es un director… inquietante. Y quizás el calificativo sea demasiado suave. Yo siempre me he preguntado qué debe pasar por la mente de una persona que expresa una obra así. Lo intuyo, pero no me atrevo a afirmarlo y menos en público.

En cierto modo me recuerda a Giger, el dibujante, quizás mas conocido su contribución a la criatura de “Alien” y los decorados de la película. Bueno, es sólo una apreciación personal.

Spider es una película introspectiva. El argumento dice que trata de la historia de un paciente esquizofrénico. Según empiezas a verla lo dudas, hay algo que no cuadra en la sintomatología. Hasta que descubres que no es una descripción “desde afuera” de lo que le pasa al protagonista. La historia está narrada desde dentro y lo que estamos viendo es fruto de su imaginación. Está viviendo una alucinación y nos la está contando.



Ya en los créditos podemos percibir que vamos a ver una obra intimista y elaborada. Tanto la música de Howard Shore como la secuencia en la que aparecen imágenes semejantes a las figuras del Test de Rorschach, nos predisponen emocionalmente para la historia que sigue.

La estupenda interpretación de Ralph Fiennes, junto con la cuidada dirección de Cronenberg, te hacen meterte en el personaje, vivir su experiencia y tardas en darte cuenta de que todo lo que ocurre, desde que se baja del tren, hasta que lo recogen en un coche para volver a llevarlo al manicomio, es fruto de su imaginación. Es la alucinación confusa en la que él recuerda las cosas como piensa que sucedieron. Por eso se ve a sí mismo como testigo de las secuencias claves que evidentemente él no vio en realidad.



Entrevista de Eduard Punset con David Cronenberg en el programa Redes.

Quizás en una raíz edípica, Cronenberg es admirador de Freud, transforma a su amorosa madre en una prostituta cuando percibe que también tiene actividad sexual con su padre. Esa prostituta, descarada, lasciva y un tanto tiránica, amenaza su existencia y piensa que le persigue, transformándose incluso en la cuidadora de la residencia en la que vive. Tambien es digna de admiración la interpretación de Miranda Richardson en los tres papeles.

En cierto modo Sipder me recuerda a Memento. Allí Christopher Nolan nos hacía vivir la experiencia existencial de un amnésico. Aquí, con el universo agobiante, desestructurado y amenazador que dibuja, Cronenberg nos muestra desde dentro cómo siente un esquizofrénico y como piensa su mente, desorganizada y compartimentada, al igual que su bloc de notas.



Sabemos que la esquizofrenia es una patología importante y complicada, pero que los pacientes actuales pueden llevar una calidad de vida bastante mejor que que lo que aquí se nos presenta. Siempre necesitarán un tratamiento, pero en muchos casos pueden llevar lo que comúnmente calificamos como “vida normal”. Pero ya os he dicho que Cronenberg es un director inquietante y esa no podría ser la historia que nos contase.

Saludos,



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lunes, 15 de septiembre de 2008

Charly (más listo que un ratón)

Vi Charly (The Two Worlds of Charly Gordon) hace más de treinta años, una vez que la pusieron por televisión. Me gustó mucho y me dejó muy buen recuerdo. Luego me enteré que estaba basada en una novela de Daniel Keyes “Flores para Algernon”, relato que, no sé muy bien la razón, algunos califican dentro del género de ciencia ficción. Imagino que porque cuando se escribió, el nudo argumental estaba bastante más lejos de la realidad que ahora.

Estrenada en 1968 y con una música estupenda de Ravi Shankar, nos cuenta la historia de un hombre de 32 años, Charly Gordon, que según los datos que nos facilitan tiene un coeficiente de inteligencia de 59, verbal 69 y general 70, lo que según el DSM IV nos indicaría que padece un retraso mental leve.

Charly tiene muy buen carácter y pone mucho interés en hacer bien las cosas. Vive solo, trabaja limpiando y haciendo los recados en una panadería, asiste a la escuela nocturna para aprender a leer y escribir, tarea en la que progresa lentamente y con bastante dificultad, despertando el interés de su profesora, la psicóloga Alice Kinian.

En el trabajo es objeto de todo tipo de bromas y sus compañeros se ríen de él cruelmente, pero Charly no se da cuenta de ello y es feliz, incluso les considera sus mejores amigos.

Por mediación de la señorita Kinian le someten a un tratamiento experimental que mejora su inteligencia. Un procedimiento quirúrgico mediante el que reparan las partes de su cerebro que causan la deficiencia y que hasta ahora sólo se había probado en ratones, uno de los cuales se llama Algernon, un ratoncito muy, muy listo.

Pero la operación surte efecto y Charly se va haciendo cada vez más inteligente. Supera a Algernon, todo un logro para él, y supera a sus compañeros de la panadería que se sienten humillados al ver que “el tonto” hace cosas de las que ellos no son capaces. Lo que tiene como consecuencia que lo despidan del trabajo.


Se convierte en una nueva persona, culta, educada y muy inteligente. Se enamora de su profesora y es correspondido. Sorprende a los investigadores con sus progresos, que incluso lo presentan en un congreso como el primero de las muchas personas que mejorarán su inteligencia por el procedimiento que han probado.

Charly ya va más allá que sus propios sanadores y comprende que el proceso no es permanente. Es reversible y pronto volverá a ser como antes. Ahora todo se convierte en una carrera contra reloj en la que él mismo lidera las investigaciones para evitar su regresión.

En este marco se nos presenta una historia muy humana y romántica, con el personaje central excelentemente retratado. De hecho, su interpretación le sirvió a Cliff Robertson para ganar el Oscar al mejor actor en 1969. Curiosamente no se presentó a recogerlo y en su nombre lo hizo Gregory Peck.

Cuando hace unos días volví a ver la película, ya no me gustó tanto como la primera vez. A veces las expectativas creadas y los recuerdos nos juegan esas malas pasadas. Pero de todos modos, es un excelente film con muchas cosas que comentar.

Principalmente el personaje del propio Charly y su evolución a lo largo de la historia. Primero sencillo, bonachón e ingenuo, aunque con mucho orgullo, que manifiesta con Algernon, su rival y compañero de vicisitudes.


Sabe que no es igual que la gente que le rodea, que hablan y hacen cosas que no entiende. Les admira y les imita, le gustaría ser como ellos, pero no les envidia, es feliz con su existencia.

Sin embargo, cuando le proponen hacer una carrera con Algernon está seguro de ganar, “yo soy mucho más grande”, pero lo que no sabe es que van correr por un laberinto y en igualdad de condiciones. Y Algernon gana. Siempre.

Charly se siente frustrado. Sabe que los demás hacen cosas que le superan, pero no le importa, lo tiene asumido. Ahora, que le gane un ratoncillo… Es demasiado para su autoestima.

Comprenderéis lo cruel y, a mi juicio, innecesario de este procedimiento. Si pretendo medir la habilidad de alguien en una determinada prueba, basta con cronometrar sus actuaciones y si quiero, ya las compararé con otros registros de él mismo, de otras personas, ratones o lo que se me ocurra. Los resultados serán mucho más fiables.

Pero hacer competir a ambos es cruel para el sujeto, sobre todo si pasa lo que vemos en el film. Ahora bien, tenemos que admitir que el impacto dramático de la escena es mucho mayor si la prueba la planteamos en forma de carrera. Además, para Charly tiene un efecto enormemente motivador. Superar al ratón es un reto que tiene que lograr.

El resto de pruebas le producen fundamentalmente sorpresa. Le dejan un tanto descolocado. En el test del principio le piden que imagine qué es lo que les pasa a las personas que aparecen en los dibujos que le presentan. Él dice que no puede saber qué les ocurre a personas que no conoce. Es evidente que otras capacidades no tendrá, pero lógica no le falta.

La prueba parece una variante una variante del Test de Apercepción Temática (TAT).


O quizás del Multi-Motive Grid (MMG).


Por lo poco que se ve no estoy seguro, si alguien lo identifica que por favor nos lo diga. De todos modos y a pesar de lo populares que son, los test proyectivos no son lo mío. No es que desconfíe de ellos, pero es que a veces pienso que miden más los motivos del terapeuta que del sujeto.

A diferencia de la película, en la novela emplean el más conocido Test de Rorschach, el de las manchas de tinta, y resulta enternecedor cómo Charly se enfrenta a él:

"(…) Bueno a dicho Burt (el terapeuta) que bes tu en esa carta. Yo beia tinta y e tenido miedo aunqe llebaba mi pata de conejo en mi bolsiyo porqe cuando era peqeño me eqibocaba en todos los tests de la escuela y tanbien derrame tinta.
Le dige a Burt veo tinta derramada sobre una carta blanca. Burt digo si y sonrio y eso me tranqiliso. El continuo bolbiendo mas cartas y yo le dige que algien abia derramado tinta negra y tinta roga sobre todas las cartas. (…)

(…) Burt es mui amable y abla lentamente como aze miss Kinnian en su clase para adultos retasados donde boi a aprender a leer. El me a esplicado que eso era un test de ro chac. Dise que ai gente que be cosas en la tinta. Le pedi que me mostara donde. No me lo mosto pero me digo piensa imagina que ai algo en la carta. Yo le dige yo pienso en una mancha de tinta y el sacudio la cabeza y digo dime en que te ase pensar esa mancha. Imagina que bes algo. Piensa que podria ser. Yo serre los ojos un buen rato para imaginar y dige imagino una boteya de tinta derramada sobre una carta blanca. En aqel momento la punta de su lapis se ronpio y nos lebantamos y salimos.
Pienso que no e pasado el test de ro chac
.”

Yo lo que pienso es que Charly estuvo genial.

Fijaros en cómo están escritos los párrafos que os acabo de transcribir. La novela está redactada en forma de diario que escribe el propio sujeto y va anontando lo que le pasa y cómo ve él sus progresos. El texto, torpemente escrito al principio, se va puliendo en calidad, estilo y profundidad a medida que la terapia progresa, cosa que así “vemos” de manera incluso más gráfica que en la película.

Con su estilo, cada vez menos ingenuo, Charly nos va explicando su propia madurez, cómo se da cuenta de la simplicidad de su existencia anterior, de la mala fe de la actuación de sus “amigos” de la panadería, del despertar de sus sentimientos hacia la señorita Kinian, con la que empieza a tener sueños eróticos. Sueños, estos y otros, que interpreta por el método de asociación de ideas que le explicaron sus terapeutas.

En un momento dado, mes y medio después de la operación, le vuelven a pasar el test, pero ya lo interpreta y lo cuenta de otra manera:

“Volví al laboratorio con Burt y emprendimos de nuevo el Rorschach. Examinamos lentamente las cartas. Esta vez mis respuestas eran distintas. "Veía" cosas en las manchas de tinta. Un par de murciélagos que se agarraban mutuamente. Dos hombres que hacían esgrima. Imaginaba todo tipo de cosas. Pero, pese a todo, me di cuenta de que todavía no tenía plena confianza en Burt. Continuaba girando y dando vuelta a las cartas para mirar la parte de atrás y ver si había algo oculto allí.
Eché una ojeada a las notas que estaba escribiendo. Pero todas ellas estaban escritas en código, y se leían más o menos así:

WF + A DdF - Ad orig. WF - A SF + obj.

El test seguía sin tener sentido. Creo que cualquiera puede contar mentiras acerca de imágenes aunque no las haya visto realmente. ¿Cómo pueden saber que no me burlo de ellos diciéndoles cosas que ni siquiera he pensado?”.

Nuevamente genial Charly. Mirad el siguiente vídeo, es de otra película pero viene "al pelo".


Son unas imágenes que saqué de un capítulo de Stargate SG1, serie de ciencia ficción que a veces tiene cosas muy interesantes (para más información pulsa aquí).


Bueno, volviendo finalmente a Charly, creo que antes de terminar tenemos que reflexionar sobre los sentimientos, la felicidad, que experimenta el personaje a lo largo de la historia. Los espectadores nos sentimos tristes al ver el final, incluso él se asusta cuando ve el futuro que le espera.

Pero ¿cuál es la última imagen que se nos presenta? ¿Cuándo es más feliz Charly? Para nosotros es desde luego un final triste, pero ¿lo es para él?

Os dejo que yo ya me he enrollado bastante.

Saludos,




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